jueves, 7 de enero de 2010

Por una televisión bookfriendly



“En la ficción de nuestra TV nadie va al baño, nadie fuma y nadie lee” se quejaba un reconocido librero durante la Conferencia Editorial 2008 frente a un público compuesto casi en su totalidad por editores, libreros y alumnos de las diversas carreras asociadas al ambiente editorial. Cerca de ciento treinta personas festejaron la ocurrencia y quizás salieron luego pensando cuál sería la razón por la que la televisión local ignore tan olímpicamente al libro, no sólo como elemento narrativo sino incluso como mero objeto decorativo.

No se trata, claro está, de un objeto que no forme parte de la vida cotidiana (se venden aproximadamente 20 millones de libros al año) y menos aún en la ciudad Buenos Aires (espacio en el que se desenvuelven en su gran mayoría los personajes y situaciones representados en tiras, unitarios y otros formatos y que ostenta el privilegio de ser la ciudad con mayor concentración de librerías en la región). Tampoco se trata de un objeto que no pueda ser incorporado de manera orgánica en el desarrollo de una trama cualquiera sin poner en juego especiales capacidades narrativas (no ofrece, en ese sentido, las evidentes limitaciones que plantean los métodos de prevención de enfermedades de transmisión sexual, para los que con tanta justicia se busca difusión en los medios masivos de comunicación). Y sin embargo, los libros no están, ni siquiera como un elemento más del decorado, o corrigiendo la altura de un monitor sobre una mesa de trabajo.


(Julia Roberts en la librería de Hugh Grant en Nothing Hill)

¿Cuál es la razón por la que los libros son literalmente discriminados en la ficción de la pantalla argentina?

No se trata, claro, de que quienes construyen estas ficciones tengan en poca estima a los libros o al hábito de la lectura. Autores, guionistas, productores y realizadores en general suelen ser buenos lectores y hasta son ellos mismos, a veces, autores de libros. Saben, por esto, del placer, la alegría, el entretenimiento y hasta la capacidad transformadora que encierran los buenos libros. “Un libro verdadero- dice Antonio Muñoz Molina en La disciplina de la imaginación- es algo tan material y necesario como una barra de pan o un vaso de agua. Como el agua y el pan, como la amistad y el amor, la literatura es un atributo de la vida y un instrumento de la inteligencia, de la razón y de la felicidad”. ¿Por qué entonces no pretender hacer extensiva esta felicidad a aquellos que no la han probado aún?


(Sawyer leyendo La invención de Morel en Lost)

No basta, claro, que los libros aparezcan en la televisión. La formación del hábito de la lectura implica un trabajo mucho más metódico y sostenido al que se aplican desde siempre los estados. Pero es bien sabido que cuando un libro aparece en manos de un personaje querido genera sobre el público en general un interés inédito, que sin duda repercute en el conocimiento general del autor entre un público muchas veces ajeno a la lectura y también, por supuesto, en la venta de libros.

Basta, para citar el ejemplo de intromisión más sencillo, con que un personaje sea sorprendido leyendo (como el personaje de Sawyer, enLost, supo aparecer en uno de los capítulos de dicha serie leyendo La invención de Morel, de nuestro Bioy Casares). Por supuesto, el libro y la lectura pueden desempeñar un papel no meramente testimonial sino funcional al desarrollo de un argumento, al que cualquier buen guionista sabrá encontrar sus esperables derivaciones.

Se trata, en todo caso, de que los libros puedan volver a la ficción de la televisión argentina, tanto a las producciones destinadas al público infantil y juvenil como a adultos. Invitamos para esto a escritores, libreros, editores, autores de televisión, artistas, guionistas, productores y realizadores en general a sumarse a esta campaña con sus propias experiencias, comentarios o sugerencias. Esperamos sus aportes y les deseamos a todos muy buen año.

http://opcionlibros.blogspot.com/2010/01/por-una-television-bookfriendly.html

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