viernes, 12 de marzo de 2010

No hay mística sin alegría (apuntes irreverentes)




En este mes de enero de calor tropical y porteño estoy cumpliendo años. Hace doce meses me tocó hacerme cargo de la Dirección de Industrias Creativas y Comercio Exterior, incluyendo la gestión del maravilloso Centro Metropolitano de Diseño (CMD), en el Ministerio de Desarrollo Económico de la Ciudad.

Tengo el privilegio de estar trabajando todos los días con los creativos de Buenos Aires, cuyas industrias representan el 10 por ciento de nuestro producto bruto y más del 10 por ciento del empleo. Estoy hablando de proyectos en el mundo audiovisual, la industria de la música, los videojuegos y la animación, la industria editorial, la moda y el diseño y la tecnología en general. También me toca representar a nuestra ciudad en el exterior, apoyando y acompañando a empresas y emprendedores en la internacionalización. Y tengo la enorme fortuna de comandar a un grupo de gente entusiasmada con su trabajo de la que aprendo siempre algo nuevo.

Sé que puede sonar algo naif (¿los idus de enero?) pero quiero aprovechar el envión para reflexionar sobre algunas cuestiones que hacen a nuestro trabajo (en sentido más amplio del término) y a su circunstancia. En particular, me interesa destacar algunos principios básicos que rigen nuestro accionar sin que jamás los hayamos postulado explícitamente. Pretendía escribir un decálogo pero la imaginación se estancó en los ocho, por lo que aquí los comparto en clave autoayuda:

1. Alegría en el hacer: Nuestro trabajo es interesante, tiene impacto real y tangible y contribuye a generar oportunidades concretas de desarrollo económico... pero sobre todo es muy divertido. El entusiasmo contagia y entendemos que es fundamental aprovecharlo para conectarnos de manera más franca con empresas y ciudadanos.

2. Pensar en red: Permanentemente sumamos nuevas patas a la mesa, invitando a instituciones a trabajar con nosotros en la definición de nuestros objetivos e iniciativas. También buscamos siempre sumar a colegas de otras áreas de gobierno. Este esquema fortalece nuestro trabajo y trae ideas nuevas.

3. Mezclarlo todo: Las industrias creativas son, por definición, producto del pensamiento lateral. Buscamos provocar esos cruces, juntando, por ejemplo, a empresas de videojuegos con sus pares de la industria de la música, para que aparezcan perspectivas originales y nuevos proyectos.

4. Es de todos: Queremos abrir el espacio público que nos toca administrar a la mayor cantidad de gente posible e invitamos a diferentes organizaciones a desarrollar sus proyectos en nuestras instalaciones o con nuestro apoyo.

5. Animarse a hacer: Manejamos bienes públicos y queremos hacerlo con responsabilidad pero eso no tiene por qué intimidarnos. Experimentamos todos los días. A veces nos equivocamos.

6. El más allá: Tenemos la obligación de pensar en la continuidad de nuestras acciones en el largo plazo. ¡Aunque hagamos todo bien algún día nos iremos! La gente se aburre y el cambio es sano.

7. Arena pública: Inventamos más bien poco. Nuestra tarea es, en realidad, estar atentos, proveer el espacio para que se produzca el intercambio de ideas e interpretarlas en pos de los objetivos comunes.

8. Transparentes: Estamos en Facebook desde hace rato, creamos blogs para todas las áreas y nos subimos a Twitter. Buscamos mostrar lo que hacemos bien y reflexionar sobre lo que hacemos mal. La gente se va enganchando, comenta, sugiere y suma.

El punteo es caprichoso pero refleja un estado de ánimo particular, la energía con la que encaramos cada mañana, y probablemente ilustre la forma de “hacer política” de nuestro gobierno. Hace más de diez años que estoy involucrado, de una u otra manera, con la res publica y por primera vez encuentro un espacio genuinamente abierto y participativo, en el que se alienta la experimentación aún a riesgo de equivocarse, con la consecuente capacidad para reconocer los errores e intentar enmendarlos. Este es un gobierno horizontal en extremo, donde uno tiene la chance de hablar de igual a igual con cualquier ministro, intercambiar ideas con colegas de todas las áreas y hasta desayunar de vez en cuando con el Jefe de Gobierno.

Por estos días estamos embarcados en un proyecto que da buena cuenta de lo mencionado anteriormente. En el Ministerio de Desarrollo Económico estamos organizando un concurso de ideas abierto a todo el equipo, buscando promover la creatividad y las ganas de participar de la gente, aprovechando la amplísima experiencia de muchos en la función pública. En poco tiempo más aquellos que hayan craneado las ideas ganadoras estarán presentándolas al Jefe de Gobierno para su evaluación y posterior puesta en marcha. La idea del concurso surgió de nuestra Dirección y probablemente se extienda al resto de los ministerios, lo cual nos llena de orgullo. Otra iniciativa que merece destacarse es el Compromiso 2020, un proceso de diálogo iniciado el año pasado con organizaciones de la sociedad civil en torno a las problemáticas más urgentes de la Ciudad de Buenos Aires y que involucró a todos los funcionarios.

Son apenas un par de ejemplos del camino que estamos recorriendo. Por supuesto, tenemos por delante enormes desafíos. Muchas veces pecamos de insensibilidad para entender las necesidades de la ciudadanía. En un contexto político tan convulsionado tenemos la obligación de seguir apostando al consenso como medida de la acción y a la pasión como instrumento de cambio. Estoy convencido que estamos trabajando para alcanzar un futuro mejor pero tenemos que hacerlo con todos adentro.

Por Enrique Avogadro
eavogadro@gmail.com

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